«No codiciarás la casa de tu prójimo; no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su sierva, ni su buey, ni su asno, ni nada que sea de tu prójimo». (Éxodo 20:17)
Día del dominó
El Día del Dominó era un evento anual para ver cuántas fichas de dominó se podían derribar tocando solo una primera y pequeña ficha de dominó. Los equipos pasaban días alineando miles de pequeñas fichas, construyendo elevaciones en las líneas y otros efectos especiales. Los gemidos de decepción eran fuertes cuando la línea no caía antes de la meta, o cuando alguien volcaba una línea por accidente y los constructores tenían que comenzar de nuevo. ¡El récord se sitúa en una línea de 4.491.863 fichas de dominó! Es sorprendente que una pequeña caída pueda desencadenar una enorme reacción en cadena.
A esto se le llama, científicamente, el «efecto dominó», que establece que, cuando se hace un cambio en un comportamiento, se activa una reacción en cadena y también se produce un cambio en los comportamientos relacionados.
La última Palabra de nuestra serie, si se transgrede, tendrá un «efecto dominó» sobre las nueve anteriores. Es fundamental para el resto. Curiosamente, la mayoría de los mandamientos se refieren a nuestras acciones, pero este se refiere, en primer lugar, a la actitud de nuestro corazón. Proverbios 4:23 dice:
«Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida».
La codicia es un deseo muy fuerte por algo que no es nuestro y brota de lo más profundo de nuestro corazón como celos, codicia, envidia con lo que otras personas tienen y nosotros no.
Cuando nos ocupamos de la codicia, debemos redirigir las prioridades de nuestro corazón, como dijo Jesús en Mateo 6:21: «Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón».
Esto significa que los deseos de tu corazón seguirán lo que más atesoras; lo que es más importante para ti.
Codiciando y deseando
Codiciar no es lo mismo que desear. Estamos hechos para desear todo lo que Dios ha creado para que lo disfrutemos. Nuestro Creador nos diseñó para tener necesidades y deseos de modo que pudiéramos entrar en una relación con Él y deleitarnos en Él como nuestro Proveedor y Sustentador. Tenemos el deseo de triunfar y hacerlo bien, de proporcionar lo que necesitamos para nuestras responsabilidades y actividades, de producir y mejorar la vida, de disfrutar las cosas buenas de la vida.
Uno de mis escritores favoritos, C. S. Lewis, declaró: «Parece que Nuestro Señor no encuentra nuestros deseos demasiado fuertes, sino demasiado débiles. Somos criaturas poco entusiastas, jugando con la bebida y el sexo y la ambición cuando se nos ofrece una alegría infinita, como un niño ignorante que quiere seguir haciendo pasteles de barro en un barrio pobre porque no puede imaginar lo que significa la oferta de unas vacaciones en el mar. Estamos demasiado contentos».
Codiciar significa desear en exceso, sin tener en cuenta los límites del «suficiente» y desear ilegítimamente, sin tener en cuenta lo que pertenece a otro.
De hecho, la codicia fue el pecado original, ya que Adán y Eva deseaban lo que pertenecía exclusivamente a Dios y tomaron lo que no debieron haber tomado.
En la Biblia, la palabra hebrea para «deseo», chamad, se usa muchas veces junto con la palabra lakach, que significa «tomar». Deuteronomio 7:25, por ejemplo, dice:
«no codiciarás (chamad) plata ni oro de ellas para tomarlo (lakach) para ti».
Entonces, lo que permites que anide y crezca en tu corazón se convierte en una acción de tomar lo que no es tuyo.
Contentamiento
Se habla mucho sobre la «atención plena» como una disciplina para mejorar nuestro ser, pero, al tomar las decisiones correctas, uno de los mejores «estados del ser» que conozco es el estado de «satisfacción». El escritor de Hebreos nos dio el antídoto contra el pecado de la codicia:
«Sean vuestras costumbres sin avaricia, contentos con lo que tenéis ahora; porque él dijo: No te desampararé, ni te dejaré». (Hebreos 13:5)
Esto nos brinda tres formas de implementar la Palabra #10.
En primer lugar, no debemos centrarnos en el dinero como el recurso más importante para resolver todos nuestros problemas y satisfacer todas nuestras necesidades y deseos. ¡Solo Dios puede hacer eso!
En segundo lugar, debemos aprender a estar contentos con lo que tenemos, en cualquier situación y nivel económico en el que nos encontremos. Hacer esto es un acto de agradecimiento a Dios y una aceptación del liderazgo oculto en nuestras vidas.
En tercer lugar, debemos confiar en que Dios sabe lo que necesitamos y proveerá en consecuencia. Recuerda, Dios siempre paga por lo que ordena.
¿Es realmente posible la satisfacción en la sociedad actual? Parece que nos bombardean constantemente con opciones ilimitadas en una sociedad en la que también constantemente se nos dice que nunca seremos felices a menos que tengamos la última innovación, la tecnología más novedosa, el televisor de pantalla más grande…
Quiero salir de este tiovivo y encontrar la verdadera satisfacción; estar satisfecho con mis circunstancias, no quejarme, no desear nada más y tener la mente en paz.
Conocí la necesidad cuando era niño después de que mi padre perdió su trabajo y no pudo mantener nuestro nivel de vida. Se endeudó y luego se declaró en quiebra. He conocido la abundancia como Director ejecutivo de una empresa de servicios de vuelos espaciales. Pero ¿cómo podemos lograr este estado de satisfacción que es independiente de las circunstancias? La respuesta fue dada por Pablo en nuestro pasaje bíblico de hoy en Filipenses 4:13:
«Todo lo puedo en Cristo que me fortalece».
Me gusta lo que dice el Mayor Ian Thomas, fundador y director de Torchbearers ministry: «Todo lo que necesitas es lo que tienes; lo que tienes es lo que Él es; no puedes tener más; y no necesitas tener menos».
¿Estamos tomando las decisiones correctas?
El contentamiento proviene de tener una perspectiva eterna, de tomar decisiones basadas en la sabiduría y el consejo bíblicos. La satisfacción financiera tiene menos que ver con el dinero y más con nuestras actitudes, sistemas de creencias y decisiones. El camino hacia la satisfacción es expresar agradecimiento por lo que ya tienes. El contentamiento tiene que ver con tu relación con Dios y nada que ver con tu dinero. Una vez que estés libre del amor al dinero y de la búsqueda de él, puedes tener mucho o poco y estar contento de todos modos. En ese momento, habrás aprendido el secreto de la satisfacción.
El Salmista 37: 4 dice: «Deléitate asimismo en Jehová, y él te concederá las peticiones de tu corazón».
Autor: Moisés Contreras – Responsable del área de economía y mayordomía financiera de Tres-e.