¿Qué es el perdón, porque es importante perdonar? ¿Qué pasa cuando no perdono a quien me hizo daño? ¿Y si esa persona no merece que le perdone? ¿Me daño mucho, como perdonar? ¡No es justo!
Intentare dar respuesta a estas interrogantes. Pero antes permíteme contarte una experiencia personal, respecto al tema en cuestión, que deseo pueda ser de utilidad para ti.
Mi padre se fue de casa cuando yo tenía 12 años, por motivos personales que en aquel momento no entendí. Mi madre quedo a cargo, y logro salir a flote, con mucho esfuerzo y sacrificio. Que yo recuerde, nunca la vi llorar; pero sé que lo hacía en silencio, por el dolor de sentirse sola y con tan grande responsabilidad, pues éramos seis pequeños, y seis mayorcitos. 12 hijos.
Empecé a guardar en mi corazón mucho rencor hacia mi padre; no quería saber de él, hasta sentí querer borrarlo de mi vida; pues si no estuvo cundo lo necesite, ahora para que lo quiero, razonaba conmigo misma. Echaba de menos su afecto, pero al mismo tiempo estaba enfadada con él, por no haber estado presente en nuestras vidas.
Ese resentimiento hacia mi padre, me pasó factura en mi matrimonio, ya que empecé a cobrar las deudas de amor y afecto que había dejado mi padre, a mi ex esposo, y por ende la relación se volvía cada vez más pesada, y conflictiva; porque entre más buscaba su atención, más se alejaba de mí; entre otras cosas porque había otra persona en el medio. Se convirtió en una relación insufrible.
Un día que sentía no poder más, había estado llorando por un buen rato, echada en el sofá, comiéndome una tableta de chocolate; cuando sentí como si algo me quemaba por dentro y me susurraran al oído… “Debes perdonar a tu padre”; y respondí, de ipso facto; ¿qué?, y nuevamente… “perdona a tu padre”. No, no…
Me levante del sofá casi de inmediato, fui corriendo al espejo, y vi lo que no quería ver; una mujer amargada, con una mirada muy triste y el alma rota. Rompí a llorar otra vez; pero esta vez mi llanto era de desgarro, le hablaba a mi padre (aunque él no estaba presente) y le decía cuanto le había echado de menos, le dije el dolor que me causo su ausencia, y el resentimiento que sentía por eso; algo se desprendía dentro de mí, mientras hablaba, ahí sola, ya tirada en el piso, sin fuerzas, pero con muchas ganas de soltar todo lo que por mucho tiempo había guardado; era más fácil estar enfadada, que admitir mi tristeza; pero ahí, pude decirle todo; y por último, recuerdo que dije en voz casi entrecortada; “ te perdono papa, por no haber estado con nosotros, por haber dañado a mi madre, al dejarla sola, te perdono por…sé que te equivocaste, pero en ese momento, era lo que tu creías que tenías que hacer”. Seguí ahí tirada, por un largo rato, pero ya pesaba ¡20 kilos menos!, me sentía liberada, ligera, ¡con ganas de ver a mi padre!; por primera vez, en muchos años, sentía paz. Empecé a sentir mucha compasión por él, y a entender que él también es humano, y que falló; pero, ¿quién no se equivoca? ¿Acaso yo nunca he lastimado alguien? ¿Quién soy yo para juzgarle? ¿Sabía yo como se sentía cuando decidió irse?
La situación en mi matrimonio empeoraba cada vez más, ya que la infidelidad de él, había causado consecuencias graves; un embarazo en camino, y no era yo. Sin embargo, al haber sanado la relación con mi padre, el proceso de separación, fue menos doloroso de lo que creí. ¡Había aprendido a soltar!
¿QUE ES EL PERDON?
Mateo 18:21-22. Pedro se acerca a Jesús, y le pregunta; ¿cuántas veces perdonare a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete? Jesús le respondió; hasta setenta veces siete.
¿Sera que Jesús no estaba enterado, que cuando alguien nos daña, el dolor es profundo y difícil de sanar?, ¡cómo me dice que le perdone tantas veces, es injusto!, ¡si acaso la primera se la paso, la segunda ya no!
Pero querido lector, déjame decirte, que Jesús sabía exactamente el beneficio del perdón; porque cuando tú y yo decidimos perdonar a quien nos ha dañado; ¡el bien es para nosotros!, porque perdonar es soltar, es liberarte de una cárcel emocional donde somos prisioneros de nosotros mismos. En otras palabras, y parafraseando un poco, Jesús lo que le decía a Pedro era; cada vez que alguien te lastime, deja ir ese sentimiento porque te hará daño a ti, y no lo mereces; hazlo por amor a ti mismo; quizás la persona no te pida perdón, o tu creas que no merece ser perdonada; pero si permites que lo que te dijo o hizo, te siga lastimando, es porque has dejado que esa persona ejerza poder sobre ti, y te influya lo que dice y lo que haga; ¡tú eres más fuerte que eso! El mejor de los psicólogos (Jesús) enseñando inteligencia emocional, desde aquellos tiempos, ¡qué maravilla! ¡Si sueltas, andas más ligero Pedro!
No sé quién o quienes te han lastimado a ti; quizás tus padres, tu conyugue, hijos, amigos; probablemente creas que no merecen tu perdón, que el dolor es más grande que la decisión de soltarles; sin embargo, querido amigo/a es tiempo de tocar el dolor, vivirlo, sentirlo, al recordar ese daño que te hicieron; reconocer que ha sido muy doloroso para ti; llorar todo lo que tengas que llorar, porque el desgarro duele; pero es necesario para sanar. El perdón, es sanidad, es liberación, es paz, serenidad; pero también una decisión. No esperes sentir perdonar a quien te daño; simplemente, decídete hacerlo.
¿Y SI EL QUE ME DAÑO, YA NO VIVE?
Hay personas que me hacen esa pregunta, porque quizás, quien les daño fue un tío, un abuelo, o un vecino que ya murió, pero que en vida abusó sexualmente de él o ella, o causo algún otro daño; o una madre que abandono a sus hijos, y ya no vive. ¿Cómo perdonarle si ya no está?
Cuando tú decides perdonar, es indiferente si esa persona está o no está presente. Yo perdone a mi padre, ¡y el aún no lo sabe!; porque quizás, ni siquiera es consciente del daño que causo; pero logré soltar el dolor, y sane mi corazón; ahora solo tengo amor para darle.
También puedes apoyarte de algunas técnicas que se recomiendan para cuando las personas que te dañaron ya no está, tales como:
- Escribirle una carta. No cualquier carta. En ella le expresaras todo lo que sientes; no solo desde el momento actual, si no lo que sentiste cuando te ocasionó el daño. ¿Eso fue hace 20, 30, ¿o 50 años atrás? No importa. El dolor sigue ahí, y quizás lo estas expresando a través de tu genio, una actitud nerviosa, te enfadas con facilidad…Busca y toca el dolor para sanar.
- Silla vacía. Este ejercicio, lo haces en un lugar de intimidad, en tu habitación, lugar de lectura, etc. Colocas una silla vacía al lado tuyo, y sientas ahí a la persona que deseas perdonar. Puedes recordarla con una vestimenta X, o algo que tu recuerdes bien de ella o él. Una vez que está sentada la persona ahí contigo (en realidad lo que sientes son tus recuerdos), le expresas todo lo que deseas decirle, y que quizás nunca le dijiste.
Estos y otros ejercicios, los puedes hacer, tanto para personas que te dañaron y quieres perdonar, como para quienes tu dañaste, y ya no tienes la oportunidad de pedirles perdón.
- En caso de que prefieras la terapia, apóyate de un psicólogo o consejero.
Perdonar es soltar y dejar ir el dolor; es una decisión. Los recuerdos seguirán ahí seguramente, pero ya no dolerán, tendrás paz en ese tema, porque abras sanado tu mundo interno.
¿A quiénes debes soltar y dejar ir, junto con este año que se nos acaba? Vale la pena empezar el nuevo año, con nuevas fuerzas, con una mente abierta a lo nuevo que Dios quiere darte. Has espacio en tu armario emocional. Suéltalo ya…
Lic. Karla Mayorga. Psicóloga familiar y de Pareja
Coach profesional.