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La diferencia entre observar y comprender

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Leer la historia de la pasión, crucifixión, muerte y resurrección de Cristo, es casi obligatoria. Hay tantos tesoros escondidos y tanta sabiduría oculta entre esos versículos, que apenas damos abasto en una vida para entender siquiera una fracción de lo que Dios obró ahí. Una vez estemos en el cielo, entenderemos el contexto y la profundidad real de su sacrificio.

Pero esto nos lleva a la reflexión de hoy: ¿Por qué es tan importante la resurrección? Se escucha a creyentes decir: «Aunque Cristo no hubiera resucitado, yo creería en Él». En contraste, dice Redimi2, en su canción con Christine D’Clario:


«En la tumba de Mahoma están los huesos de Mahoma,

en la tumba de Buda están los huesos de Buda
No hay ídolo que haya resucitado todavía

Solo Cristo al tercer día, dejó la tumba vacía

En efecto, sin resurrección no tenemos nada. Dice Pablo, en 1ª Corintios 15:14: «Y si Cristo no ha resucitado, tanto nuestro anuncio como vuestra fe carecen de sentido».

Cuenta la Biblia que cuando Pedro y María fueron a la tumba, observaron que la piedra estaba quitada y solo las vendas estaban allí. La palabra griega que en nuestras Biblia se traduce como «vieron», en Juan 20:6 es θεωρέω (dseoréo), que es simplemente mirar de forma pasiva, anotar, observar. Pero cuando llegó Juan, en el 20:8, el griego usado es  εἴδω (eído) que implica percibir, reconocer, darse cuenta. Enseguida la Biblia dice que «creyó».

Pedro es como muchos de nosotros: cuando llega la Pascua, anotamos la fecha en el calendario y de forma pasiva, celebramos la resurrección y ya. Pero deberíamos ser como Juan, que se dio cuenta de las implicaciones.

Cuando nos damos cuenta de las implicaciones que tuvo la resurrección de Cristo, somos llevados a una comprensión, fe y estilo de vida totalmente distintos. Todas las profecías habrían sido inciertas si Cristo no hubiera resucitado, toda su obra habría sido en vano si el pecado y la muerte le ganaban la partida a Jesús. No habría servido de N-A-D-A.

Y no es lo que sucedió: Cristo cargó y soportó tu culpa, tu pecado, tu enfermedad, tu depresión, tu dolor, tu soledad, tu alejamiento de Dios, tus vergüenzas y tus malos momentos. En ese momento había tanto pecado y fuerzas espirituales que el día se convirtió en noche, hubo un terremoto y el velo del templo se rasgó en dos.

Pero más increíble todavía fue que el domingo, Cristo dejó la tumba vacía, demostrando que sí había valido la pena, que sí había vencido, que las profecías sí eran ciertas y que, verdaderamente, era el Dios hijo.

Cuando resucitó, Jesús podría haber atravesado la roca que pusieron en la entrada de su tumba como atravesó la pared luego con los discípulos, pero no lo hizo. Movió la piedra para dejar constancia de su obra.

La tumba sigue abierta y vacía. ¿Qué tipo de creyentes queremos ser? ¿De los que observan o de los que comprenden?


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