EL CASO DE ANA. Una mujer joven y optimista. Con un gusto impecable para vestir y saber estar. Esa es Ana; pero por un buen tiempo, le costó encontrarse de nuevo, ya que se perdió en una relación muy complicada, con un hombre que empezó a manipularle apenas unos meses después de iniciar la relación.
Tuve la oportunidad de conocer a esta gran mujer, en una actividad para mujeres a la que fui invitada como ponente para hablar de este tema (dependencia emocional), y se acercó para compartir su experiencia.
Estuve casada nueve años, con un hombre que los primeros seis meses parecía ser el príncipe azul del cuento. Me traba como si yo fuera su princesa, un cuidado a veces excesivo, pero a mí me parecía maravilloso, me comento Ana. Todo empezó cuando un domingo, me negué acompañarlo a comer a casa de su madre, debido a un compromiso previo que ya había adquirido. Comenzó con el chantaje emocional, luego la crítica constante, después el ninguneo y más. Yo sabía que algo iba mal me dijo, pero justificaba sus acciones ya que una vez que se le pasaba el enfado, seguía siendo el hombre estupendo del que me enamore.
Me iba sintiendo más pequeña cada vez en esa relación, pero, aun así, pensaba que todo podía cambiar y lograríamos ensamblarnos bien como pareja. Al año y medio de salir juntos, nos casamos, y el día de la boda, me montó una escena de celo, ya que uno de mis mejores amigos de la universidad, se acercó a felicitarme y desearme lo mejor en mi nueva etapa de vida; hecho que fue mal interpretado por mi entonces esposo, el cual se había convertido en un hombre posesivo y celoso. Fue pasando el tiempo, y yo tenía que callar para que todo estuviera bien en el hogar, asumía la culpa de todo, porque él no reconocía sus equivocaciones; llego un momento en que ya me sentí sin fuerzas de poder salir de ahí, sentía que no valía nada, estaba anulada, desvalorizada, sola, porque había dejado de frecuentar a mi familia y amistades para no molestarle a él; mi único propósito de vida, era hacerle sentir bien, evitar enfadarle, sin importar lo que yo sintiera. Estaba perdida, dijo Ana, mientras una lagrima caía sobre una de sus mejillas. Suspiro profundamente, y continúo. Afortunadamente un día sin planificarlo, me encontré en el supermercado con una de mis mejores amigas de la adolescencia; me miro sorprendida del cambio físico y anímico que había dado, y sin decir una palabra, me abrazo tan fuerte que sentí como si estuviera intentando resucitarme emocionalmente. Me cogió de las dos manos, y muy firmemente me dijo: Quiero a mi amiga Ana de regreso, te ayudare a encontrarla.
Bastó ese encuentro para hacer un clip en mi mente siguió contando Ana, y sacar fuerzas para hablar en detalle con mi amiga sobre todo el infierno que estaba viviendo en casa; ella de forma muy prudente, me sugirió buscar ayuda profesional, reinventarme y volver a ser yo. Me costó tomar la decisión de ir a terapia, pero decidí que algo tenía que hacer, pues estaba muerta en vida. Y debo decir, que no fue fácil el proceso porque solo el hecho de pensar que debía salir de esa relación me aterrorizaba; ¡él era mi mundo! Un entorno tóxico, pero, al fin y al cabo el mundo en el que me había encerrado durante nueve años. Sin embargo, logre salir de esa prisión, y ¡esta soy yo! concluyo Ana, con una hermosa y autentica sonrisa en su rostro.
¿QUE ES LA DEPENDENCIA EMOCIONAL?
Según la Real Academia Española, define la palabra dependencia, como la subordinación a un poder, una conexión de origen, o alguien que no puede valerse por sí mismo.
Cuando hablamos de dependencia afectiva o emocional, estamos refiriéndonos a ese apego o conexión destructiva hacia alguien, o algo, donde el sentido de valía es mínimo o ausente en la persona dependiente, y cree que necesita de alguien más para su supervivencia.
Es indiscutible que, en todo tipo de relaciones significativas, exista cierto apego hacia el otro, lo cual no limita la independencia o funcionalidad del individuo. Es un apego sano, basado en el amor, respeto y el cuidado hacia esa persona, o cosa, importante para ti. Se convierte en un problema, cuando hay una necesidad de afecto latente y demandante, o cuando las medidas del apego son desproporcionadas y excesivas, y se pierde el equilibrio y estabilidad propia.
El cuento del príncipe azul, las canciones corta vena, frases novelescas o promesas inalcanzables; son comida chatarra para nuestras emociones, que generan un insano y profundo apego hacia el otro, al grado de sentir que nuestra vida gira alrededor de la suya. Si él o ella está bien, yo estoy bien, se suele decir. Prefiero que sea feliz él o ella, aunque yo me esté muriendo por dentro; lo importante es él/ella. Y es que la dependencia emocional, es una adicción al afecto. La prioridad siempre es el otro.
Se suele pensar que somos seres incompletos, hasta que un día aparece en escena el príncipe azul, la media naranja, o la parte que nos falta. Esa persona que viene a completarnos, a llenar nuestro vacío emocional, y proporcionarnos la felicidad que anhelamos. Cuando en realidad, podríamos aspirar a construirnos o nosotros mismos, crecer y desarrollarnos como personas, en lo laboral, social, o emocional, buscar ser feliz por uno mismo y disfrutar de nuestra compañía; solo de esta manera estaremos listos para dar lo mejor de nosotros en una relación; no porque lo necesite, o el otro necesite mi amor; si no porque somos capaces de darnos al otro y viceversa.
¡Ojo! Cuando seas capaz de disfrutar de tu propia compañía, estarás listo para compartir esa felicidad que sientes.
¿LA DEPENDECIA EMOCIONAL SOLO LA SUFREN MUJERES?
La respuesta es un NO rotundo. Tanto hombres como mujeres pueden sufrir en alguna etapa de su vida, dependencia. Tampoco la dependencia es exclusiva de las relaciones de pareja; ya que puede darse de padres hacia los hijos, o viceversa, hijos con un apego insano hacia los padres; se puede dar entre amistades, figuras de autoridad, o apego a ciertas cosas.
PORQUE UNAS PERSONAS SON MAS PROPENSAS A UNA DEPENDENCIA Y OTRAS NO.
Puede ser que existan diversas causales, por las que una persona cae en la dependencia afectiva. Hoy quiero mencionar una de ellas, en la que, muchos especialistas en el tema coinciden, que puede ser la más común, y que tienen un mayor peso.
UNA AUTOESTIMA DAÑADA.
La autoestima, es la autovaloración que hacemos de nosotros mismos. En otras palabras, nos formamos una opinión de quienes somos, de nuestra valía, y la forma en que nos vemos.
Ejercicio. Párate frente al espejo, obsérvate fijamente, y respóndete a ti mismo/a. ¿A quién ves en el espejo? ¿Te gusta? ¿Qué opinión tienes de ti? ¿Te consideras una persona valiosa? ¿Eres capaz de regalarte una sonrisa genuina a ti mismo? ¿Disfrutas de tu propia compañía? ¿Sientes aceptación por la persona que ves en tu espejo, o te criticas constantemente? Son preguntas para reflexionar.
Una baja autoestima, es un elemento fundamental que puede llevar a una persona a caer en un estado de dependencia afectiva. Si no somos capaces de amarnos, de apreciarnos, de valorarnos; estamos expuestos a que otros hagan lo que quieran con nosotros. A cambio de un poco de amor, compañía y reconocimiento, ofrecemos todo, hasta perdernos en relaciones toxicas que lo único que harán es aprovecharse de nuestra necesidad de ser amados y aceptados; creando un vínculo dañino y demoledor para nuestra salud emocional.
Una persona con una baja estima puede presentar:
Actitudes negativas tales como: Hablar mal de otros constantemente, compararse con otros, estar más hacia el pasado, sentirse víctima de todo, culpar a los demás de sus fracasos, quejas constantes, etc.
Pensamientos catastróficos: Se imagina siempre lo peor, no ve nada positivo, cuando algo pasa, el mundo se le cae encima.
Miedo a la soledad. No se ven solos, van de una relación a otra porque temen estar solos. Sin importar si la compañía es buena, o dañina, el hecho es estar acompañado.
Autocritica. Se critican constantemente, no se gustan a sí mismo, están deseando tener lo que el amigo o amiga tiene. El coche, el cuerpo bien fornido, la ropa de marcas, hablar como otros, andar. En fin, no están contentos con nada de lo que tienen. Evitan lo más que pueden el espejo.
Indecisión. Les cuesta tomar decisiones importantes.
Temor al qué dirán. Viven pendiente de la opinión de los demás. Etc.
¿PORQUE SI SUFRE, SIGUE AHÍ?
Las personas que sufren de dependencia emocional no son ajenas al daño que les causa ese tipo de relaciones, anhelan salir de esa condición, lo intentan muchas veces saliendo del sitio; pero vuelven al mismo lugar una y otra vez.
Esto no quiere decir, que les guste sufrir, por el hecho de volver. Simplemente, están adictos al afecto o, a un falso sentido de pertenencia, que se les dificulta mucho la decisión definitiva de abandonar el círculo dañino en el que se encuentra. Pueden llegar a sufrir estados de angustia, estrés, ansiedad o depresión.
Se quejará constantemente de su situación, de él o ella, pero no siente la fuerza de decidir la salida. Le aterra la idea de estar solo/a. Recordemos a nuestra amiga Ana, vivía para él solamente, ella estaba anulada; y es lo que suele pasar, las personas dependientes, carecen de un propósito, de un proyecto propio, o de decisiones propias.
¿SE PUEDE SALIR DE LA DEPENDENCIA?
La respuesta es un afortunado sí. Hay salida.
- Para empezar la persona dependiente, debe tomar conciencia del daño que dicha relación le está ocasionando, determinarse abandonar el domicilio donde vive, y mantener contacto CERO. No revisar estados de whatsaap, de Facebook, de instagram, no preguntar por él o ella, no responder mensajes o llamadas, etc.
- Someterse a un trabajo terapéutico, muy importante y necesario en estos casos.
- Desarrollar poco a poco un proyecto propio. Estudiar, trabajar si no lo hacía, cuidarse integralmente, practicar algún deporte, hacer un voluntariado, etc.
- Recuperar a su entorno descuidado por estar en esa relación. Familia, amistades, etc.
- Cultivar una relación consigo misma, y trabajar su espiritualidad.
- Si tiene la posibilidad ¡viajar!
No todo está perdido. Hay esperanza para salir de situaciones traumáticas como estas, y recuperar tu identidad, tu esencia, eres una persona con muchas fortalezas que quizás ni conoces aun, pero sé que puedes dar un primer paso hacia tu libertad emocional y espiritual.
Huye de la cárcel de la dependencia, y aprende amar desde el respeto hacia ti mismo y al otro; sin imposición, ni exigencias. Reconstrúyete y veras como no necesitas que alguien te haga feliz, tu puedes ser feliz, y optar por compartir esa felicidad con el otro.
Karla Mayorga
Psicóloga y Coach de Liderazgo
Y Desarrollo Personal.
Mayorgakar76@mail.com