Vicky, una mujer de hermoso aspecto, servicial y solidaria como ninguna, su sonrisa invita a la calidez y cercanía, pero su mirada es triste y evasiva, como si tratara de esconder las marcas emocionales que guarda tan silenciosamente para sí misma.
Creció en un hogar donde había mucho ruido, que no era precisamente provocado por el bullicio de niños felices saltando por casa; sino más bien, un ruido infernal provocado por un padre alcohólico que noche tras noche llegaba a casa gritando a su mujer y a los niños.
Vicky es la mayor de cuatro hermanos. Su madre, solía apresurarse a encerrarla en su habitación, para evitar que su padre tuviera acceso a ella sola en estado de ebriedad. Escondida en el armario de su habitación, escuchaba los golpes e insultos de su padre. Muchas de esas veces deseo salir del escondite, aunque eso significara estar expuesta nuevamente a su padre. Se sentía culpable, impúdica, llena de vergüenza y dolor. Su propio padre había robado su inocencia, su alegría; el brillo de sus ojos, y su sonrisa contagiosa habían desaparecido por completo a tan temprana edad.
A los 25 años de edad, Vicky se casó, luego de terminar su carrera universitaria. Tuvo dos niñas maravillosas, pero al llegar a la edad de 32 años, cayó en una depresión profunda, de la que poco a poco ha venido saliendo a lo largo de estos últimos 7 años. Actualmente, realiza un voluntariado en una ONG que trabaja con niñas víctimas de abuso sexual, lo cual le ha ayudado en gran parte a salir del pozo en el que se encontraba, invirtiéndose en estas niñas que han pasado lo mismo que ella vivió en aquellos años.
Aún sigue tratándose, está en el proceso, pero muy consciente que su experiencia dolorosa, no quedara solo en eso, si no que puede ayudar a otras personas en situaciones similares que necesiten su ayuda; y sobre todo, segura de que tiene la capacidad de sobreponerse a esa marcada cicatriz del pasado, que por mucho tiempo le ha robado la alegría, las ganas de vivir y de disfrutar lo que HOY Dios le ha permitido tener.
¿CUALES SON TUS CICATRICES?
Hay heridas en la infancia que dejan huellas bien marcadas en la vida adulta:
- ABUSO SEXUAL EN LA INFANCIA O ADOLESCENCIA.
Este es un tema del que suele hablar muy poco, sobre todo dentro de una comunidad cristiana; pero que considero sumamente necesario, al menos dar algunas pinceladas de las marcas que deja este episodio traumático en la vida del niño o niña que lo sufre. Es un atentado a su integridad física, emocional y moral, una marca imborrable a lo largo de su vida.
Las manifestaciones negativas de los menores suelen ser: confusión, tristeza, irritabilidad, ansiedad, miedo, impotencia, culpa y autorreproche, vergüenza, estigmatización, dificultad tanto en las relaciones de apego como déficit en las habilidades sociales, aislamiento social, desconfianza hacia todos, o a veces, hacia personas del sexo del agresor, baja autoestima, impulsividad, trastornos del sueño o de la alimentación, miedo, problemas escolares, fugas del domicilio, depresión, labilidad, conductas autodestructivas y/o suicidas, etc. (Arruabarrena (1996) y Cantón y Cortés (2000)
De adultos, pueden llegar a tener serios problemas de depresión, ansiedad o relacionales. Se muestran irascibles e irritables con el entorno más cercano.
- RECHAZO.
Todos en algún momento, hemos vivido una experiencia de rechazo. En la escuela, los amigos, el novio/a, e incluso algunas veces los padres. El rechazo es un cadáver emocional que mucha gente va cargando a lo largo de su vida. Esta herida es provocada por el desprecio de alguien, la resistencia de otra persona hacia ti, o la negación de algo que tú necesitaste. Por ejemplo; el abandono físico o afectivo que sufre un niño/a de parte de sus padres, el favoritismo de los padres hacia uno de los hijos/as, las constantes comparaciones con otros niños/as, etc. O quizás, la indiferencia de la pareja o críticas frecuentes en la vida adulta.
A consecuencia de esta dolorosa experiencia, se crea un mecanismo de autoprotección, puesto que es mejor parecer de “carácter fuerte”, a mostrar la marca impregnada con el nombre RECHAZO. Estas personas hieren antes de que los lastimen, abandonan, huyen de los compromisos, temen a la intimidad en las relaciones, porque si se abren con alguien, este conocerá realmente quien soy. Realmente estas personas, temen entregarse a una relación, porque en su mayor parte, aún conservan el miedo a ser abandonados, a no ser amados, a sufrir nuevamente…y se comportan como personas huidizas, superficiales, y a veces hostiles, sabotean las relaciones con personas que quieren acercarse a ellos, ya que no se creen merecedores de amor; su estima se basa en lo que tienen (una casa, un coche, dinero), o los títulos que puedan poseer, o en relaciones superficiales que duran muy poco tiempo; al no poder conectar con su verdadero YO, y reconocer su valor por el simple hecho de ser lo que son, ¡SERES HUMANOS VALIOSOS CREADOS CON UN PROPOSITO!, buscan ser admirados o queridos, por lo que tienen, y no por lo que son.
En el otro extremo también están las personas en relaciones toxicas, dañinas para la salud emocional, porque es mejor eso, que no tener nada, al fin que todos le han rechazado, al menos esta persona se queda conmigo, suelen pensar.
- ABANDONO AFECTIVO.
La herida del abandono en el niño o niña que lo sufre, es muy dolorosa. Es sentir la desprotección, el desamparo, el miedo a lo que te rodea porque no tienes una figura de protección que te arrope, y vives con el frio en el alma día a día.
El abandono afectivo, no siempre está relacionado con el abandono físico. Puede que los padres estén en casa, pero no tienen presencia en la vida del niño/a; es decir, el niño crece con carencias afectivas, porque no se logró establecer un vínculo solido donde se pudiera sentir seguro, cuidado y amado.
En la vida adulta, estas personas llegan a crear vínculos de dependencia emocional, incluso hacia quienes dañan de forma deliberada, suplican amor a quien no les ama. Pero también hay quienes se relacionan desde la exigencia porque creen que el mundo les debe algo, cobran deudas de amor a la pareja (lo que mis padres no me dieron, dámelo tu), y en definitiva, no llegan a relacionarse de forma sana y saludable.
Las carencias remolcadas desde la niñez, si no se sanan, infectan tus creencias, y emociones, lo cual te impide un verdadero crecimiento y desarrollo personal. Se hace necesario, y casi urgente, que puedas sanar esas heridas que no te permiten avanzar.
¿COMO LO HAGO?
No existe una varita mágica para deshacerse de esas mochilas emocionales que pesan en nuestra espalda, tampoco puedo darte una lista de deberes para que hagas y el problema se ira automáticamente, ya que, lo que a uno le funciona, a otro no. No somos iguales, venimos de contextos totalmente diferentes, nuestras vivencias y experiencias son distintas. Por tanto, se requiere un tratamiento específico para cada caso; es un proceso, y en este, es necesario un verdadero compromiso de tu parte para sanar tu mundo interior.
Recuerda que somos seres tripartitos; es necesario una verdadera relación con Dios, y la consejería espiritual que te proporciona tu pastor o consejero espiritual; también es bueno y muchas veces necesario, el proceso terapéutico que trabajas con un profesional (Psicólogo, terapeuta, Coach…) con quien (dependiendo del caso), aprenderás a gestionar mejor tus emociones, cambiar creencias que te limitan, pensamientos negativos, identificar heridas del pasado que te están ocasionando conflicto en tus relaciones, desarrollar tus capacidades y habilidades… y además, necesitas el cuidado de tu salud, que lo llevas a través de los médicos que te atienden.
A manera de sugerencia puedo decirte que:
- Identifiques y aceptes que has sufrido heridas que al día de hoy quizás no han cicatrizado. Eso requiere la decisión de quitarte la coraza y sentir el dolor tal cual. No niegues, no evites sentir, no justifiques lo que paso, simplemente siente a ese niño/a que llora dentro de ti pidiéndote que le protejas, que le cuides, que le ames. Ve hacia el/ella, en aquella habitación oscura donde sucedió el abuso, aquel momento donde te rechazaron, o aquellos años de abandono donde no tuviste a nadie que te cuidara; esos recuerdos van a doler, pero es necesario vivirlos de nuevo para sanarlos. No olvides que Dios estuvo, está y estará contigo en todo momento; Él quiere sanar tus recuerdos por muy dolorosos y difícil que parezcan.
- Solo siendo consiente de esa herida, podrás soltar, dejar ir, perdonar a esa persona que te dañó en tu infancia, adolescencia, o que está dañándote ahora mismo.
- Si te es posible, y crees necesario, realizar un trabajo en conjunto con un profesional (Psicólogo, terapeuta…), es muy recomendable hacerlo en estos casos.
Recuerda que:
- Has sido creado con un propósito. Encuéntralo
- No es lo que te paso, es lo que puedes hacer con tu vida de aquí en adelante.
- Solo tú eres el responsable de tu bienestar; no es tu pareja, tus hijos, tus padres, eres tú el responsable de tu felicidad, tu crecimiento y desarrollo, por tanto, no culpes a nadie de lo mal que te ha ido hasta hoy, más bien, busca la manera de responsabilizarte de ti y crecer.
- Eres un hombre o una mujer muy valiosa, no es lo que tengas, o logros que hayas alcanzado; eso es bueno, y chapo por ello, pero eso no determina tu valor. TU VALES POR LO QUE ERES, NO POR LO QUE TIENES, aunque la sociedad diga lo contrario. Créele a Dios.
- Tus cicatrices hablan de lo fuerte que has sido al sobreponerte pese a esas profundas heridas. No es necesario esconderlas. Pueden ayudar a otros a superar episodios traumáticos, que tú ya sanaste.
- Tienes el potencial para crear y alcanzar esos sueños que hay en tu corazón. Para ello, debes empezar a CREER más en Dios y en TI, y empezar a desarrollar eso que ÉL ya puso en ti. Dios ha depositado en ti, un talento único, capacidades únicas, un potencial grande que aún no estás explotando. ¡Con Él, eres capaz de hacer proezas!, alinéate con Él.
Karla Mayorga
Psicóloga Familiar y de Pareja
Coach en Liderazgo, emprendimiento
y Gestion de Equipos
Mayorgakar76@gmail.com