Una mañana temprano, hace varias semanas, mientras estaba sentado en una cafetería y me ponía al día con el trabajo, conocí a un joven padre que estaba luchando por armar un plan financiero para cuidar mejor a su joven familia. Hablamos unos minutos con una taza de café sobre algunos principios bíblicos para ayudarle a organizar mejor su vida y su dinero. Sé que no está solo. En la economía actual, muchas familias se encuentran en medio de una lucha financiera. Quiero compartir con ustedes las tres cosas que compartí con mi nuevo amigo para ayudarle a tener un punto de partida en su deseo de tomar el control de sus finanzas.
- Hay que ganar más o gastar menos: Es así de sencillo. Es imprescindible empezar con un presupuesto que tenga en cuenta los objetivos a corto, medio y largo plazo. A continuación, empiece a eliminar la deuda de las tarjetas de crédito en todas y cada una de las cuentas renovables. Por último, en algún momento hay que dejar de pedir prestado del futuro para pagar los placeres temporales que puedan traer las compras de hoy. Esto requiere autocontrol. Gálatas 5:2-3 dice que el autocontrol es uno de los frutos del Espíritu. Pídele a Dios que haga crecer este fruto dentro de ti, ya que te ayudará a lo largo de tu viaje hacia el logro de la verdadera libertad financiera.
2. Debes reconocer que la disciplina es imperativa: Con cada compra que sientas que necesitas hacer fuera de la comida, la vivienda y el cuidado de la salud comienza la “regla de los tres días”. Durante los próximos tres días, enumere por qué cree que la compra de cada artículo es imperativa. Reserve un tiempo cada día para pedir a Dios que le dé sabiduría sobre sus decisiones financieras. La Biblia dice: “Si a alguno de ustedes le falta sabiduría, pídansela a Dios, que da generosamente a todos sin hallar culpa, y le será dada” (Santiago 1:5). Después de tres días deberías tener claridad y paz para seguir adelante o abandonar los artículos de tu lista de compras.
3. Debes transformar tu forma de ver el dinero: Todos tenemos una relación con el dinero y, para muchos de nosotros, no es saludable. Las finanzas se convierten en un ídolo cuando buscamos que nos traigan la satisfacción que sólo Dios puede proveer. La vida no gira en torno al dinero, sin embargo, con demasiada frecuencia hacemos que todo gire en torno al dinero permitiendo que defina nuestra identidad, se convierta en nuestra fuente de seguridad y nos atribuya un sentido de importancia y gobierne nuestros matrimonios y hogares. El dinero se convierte en un falso dios cuando nos encontramos adorándolo. La verdad es que todos los dioses falsos acaban por llevarnos a la perdición. Jesús deja claro que el dinero es a menudo la principal competencia de Dios por nuestros corazones.
El problema no es el dinero en sí, sino el amor al dinero. Creo que el sello puesto en el dinero por nuestros antepasados ofrece una pregunta que deberíamos recordar cada vez que entregamos dinero en efectivo, ¿es realmente en Dios en quien confiamos? La verdad es que donde ponemos nuestro dinero revela en “quién” ponemos nuestra confianza. Romanos 12:2 dice: “No os conforméis al modelo de este mundo, sino transformaos mediante la renovación de vuestra mente. Entonces podréis probar y aprobar cuál es la voluntad de Dios: su voluntad buena, agradable y perfecta”. Su promesa nos da el poder de cambiar nuestros hábitos y puntos de vista hacia el dinero cuando empezamos a implementar los principios bíblicos que nos ha dado.
Con el último trago de café nuestra conversación matutina terminó cuando mi amigo dijo: “Me doy cuenta de que a Dios sí le importa cómo uso y administro su dinero”.
Al igual que compartí con este joven, si usted domina estos tres principios realmente traerá un cambio financiero a su familia y a su hogar. Mi esperanza es que como líder de su hogar se anime a confiar su viaje en las manos de Dios.
Autor: Guy Hatcher