Mi nombre es Gabriel Antonini. Cuando somos niños pensamos en qué queremos ser cuando seamos grandes y solemos cambiar de profesión de un momento a otro. Un día: veterinario. Al otro: médico. Luego: policía. Pero todos, todos, todos, queremos ser futbolistas de éxito.
Nací en un país con una gran cultura futbolera y si en la familia había un niño, ese niño se iba a jugar al fútbol. Era ley. “Imagina si le va bien y va a jugar a Europa” piensa la mayoría de los padres. No fue diferente para mí, así que a los 9 años empecé a jugar al fútbol como portero. Era realmente bueno y veloz. La mayoría de las veces, para impedir el gol del equipo rival, me la pasaba volando por los aires o comiendo el polvo de la cancha. Ese fue mi principal problema: el polvo. Eso y el astigmatismo que me descubrieron al ver que tenía problemas de visión. Mis padres pensaron que cuando decía que no veía bien, era porque no quería jugar más. Imagina la frustración que sentía, yo era muy bueno en lo que hacía, me gustaba, pero me producía mucha molestia, ya no era divertido, no lo disfrutaba. Eso y que empezaba con una alergia respiratoria. El que mis padres pensaran que mi falta de visión era una excusa me cortó las alas, pero eso estaba en los planes de Dios.
Mis padres eran un matrimonio tipo. Se conocieron en un baile, se pusieron de novios y tiempo después, se casaron. Tuvieron primero un hijo varón, y a los 2 años a mí, aunque les hubiera gustado tener una niña que hubieran llamado “Andrea”, eso no afecto para nada nuestra relación, siempre hubo mucho amor.
Todos vivíamos en la casa de mi abuela, ya que mi padre había estado ayudándola desde que mataron a su padre en la dictadura. Él se había convertido en el hombre de la casa y siguió siéndolo cuando se casó con mi madre. Si estás pensado que la convivencia podría ser complicada, la respuesta es: sí, lo fue, al menos para mis padres, porque había un “hombre de la casa” pero dos “mujeres de la casa”. La verdad es que durante muchos años mi mamá lo supo llevar muy bien. El irse a vivir solos no era una posibilidad, mi papá no quería dejar a mi abuela porque nunca supo lo que es estar sola y tener que trabajar, es de la época en que el esposo trae el dinero a la casa y la mujer es la que lo administra. Así que mi abuela siempre fue la administradora del dinero en la casa. Digamos que nunca nos faltaba la comida, comida de la buena, aunque siempre debíamos en el almacén, nunca daba para mucho más que los gastos fijos, el vino y el cigarrillo, que no faltaban, eran gran problema en la familia.
Nunca faltó nada en casa, vivíamos bien, éramos una familia “trabajadora”. Nos podíamos dar algunos lujos, como irnos todos los fines de semana al río en familia, pero otras cosas pequeñas como la merienda en la escuela no era prioridad.
Mi madre era y aún sigue siendo tejedora. Ella hace ropita de bebé artesanal, como la de antes pero mucho más moderna. Es una mujer muy talentosa. Mi padre era carpintero. Él trabajó para el estado hasta que decidió tener su propio taller. Cuando renunció usó todo el dinero para comprar las maquinas que necesitaba y realmente le fue muy bien. Recuerdo que cada tanto le traían alguna guitarra para reparar, ahí es cuando empecé a interesarme por ese instrumento.
Mientras tanto mi amigo de la escuela, Jeremías, me invitaba a la escuela dominical. Su padre era el pastor de la iglesia y claro, si de ir a jugar se trataba, ahí estaba yo siempre. Mis padres jamás me hicieron problema para ir.
Durante años veía como mi padre reparaba guitarras y me empezó a interesar el instrumento. Así que, a los 12 años, hicimos un negocio con mi hermano que tenía una y adquirí así mi primer guitarra. Mi primer profesor era un hombre que vivía a dos calles de casa. Un fanático de un partido político que cada tanto me hacía cocinar. Resulta muy divertido el recuerdo porque yo iba a prender a tocar un instrumento y él me hablaba de asuntos que no me interesaban y por si eso no fuera poco, tenía que cocinar. ¿Quién diría que esos serían los inicios de una carrera musical? No duré mas de tres meses, pero tuve lo suficiente para seguir aprendiendo por mi cuenta.
Comenzaba secundaria. A mi amigo Jeremías le había tocado un instituto diferente al mío y ya no nos veíamos tan seguido, aun así, manteníamos el contacto. Al poco tiempo, organizaron una campaña evangelística y yo estaba ahí, ayudando a montar el escenario y en todo lo que fuera necesario. Entonces, ese día, cuando el Pastor hizo el llamado, yo pasé al frente y recibí a Jesús como mi Señor y Salvador.
Campaña tras campaña, eventos, algunos domingos en la iglesia, reuniones de jóvenes. Poco a poco me fui involucrando más y más. Nadie me presionaba. Hasta que un día me invitaron a tocar la guitarra en otra Iglesia y ahí me quedé. Recuerdo que yo no estaba muy involucrado y aun así creyeron en mi y eso me marcó hasta el día de hoy. Me dieron una oportunidad, aunque no era miembro de la Iglesia, aunque no venía con una “carta de recomendación” y aunque la verdad, no lo tenía todo muy claro.
Me gustaba tanto tocar la guitarra que quise perfeccionarme, aunque ya había alcanzado un nivel muy bueno, era puro talento y necesitaba perfeccionar mi técnica y aplicar teoría musical. Así que empecé a estudiar con un profesor particular. Ese profesor me enseñó muchísimo y a él le debo gran parte de lo que sé hoy por hoy.

Mi talento me llevo a tocar con algunas bandas locales, conocer gente, ir a otras iglesias. Así es cómo conocí a quien hoy es mi esposa: en una reunión de jóvenes de otra Iglesia. Para ese entonces mi mamá que había sido “semi” católica toda su vida, había empezado a ir a una Iglesia Evangélica, porque yo le había estado hablando de Jesús.
Yo trabajaba con mi madre, teníamos cursos sobre gestión empresarial y todo lo relacionado para montar un negocio de lo que ella hacía. Hasta que un día, mi padre vino desde su taller a donde estábamos trabajando y nos dijo que tenía un fuerte dolor en el pecho y que lo lleváramos al hospital. Yo no tenía licencia de conducir, pero si mi padre estaba pidiendo que lo lleváramos al hospital, tenía que ser realmente muy grave. Así que salimos mi mama, mi papa y yo, y, en la puerta del hospital, le dio un infarto.
Tantos cigarrillos, tanto estrés y tanto trabajo estaban pasando factura. Fueron tiempos muy difíciles. Mi padre estuvo en coma inducido durante un mes y no estaba respondiendo bien. Recuerdo haber ido un día al hospital y encontrarme a mi madre derrumbada, llorando en el piso a los gritos, porque ya no quería entrar a verlo, le sentaba muy mal verlo tirado en una cama todo entubado. Lo peor era que el hospital al que lo habían trasladado quedaba tan lejos de casa que se tenía que quedar a vivir en una habitación con otras personas en las mismas condiciones. El ambiente en ese lugar era realmente deprimente.
Los planes de Dios son perfectos y su palabra se cumple. Durante el tiempo que mi padre estuvo en coma, Jesús estuvo con él. Esas declaraciones salieron de la boca del hombre más ateo que he conocido en mi vida. Mi padre no creía en Dios, aunque no le molestaba que mi madre y yo fuéramos a la Iglesia, él no quería saber nada, porque no creía para nada. Pero esa experiencia le llevó a los pies de Cristo.
En cuanto a mí, yo nunca deje de creer en Su palabra. Tenía una certeza absoluta de que mi padre iba a estar bien, porque su promesa me decía que mi familia también sería salva.
Así que cuando mi padre se recuperó comenzó a ir a la Iglesia junto con mi madre. Aún queda mi hermano que está en el proceso y mi fe sigue intacta, sé que Dios tiene grandes planes para su vida.
Muchas cosas han pasado en mi vida, pero todo empezó con una invitación a jugar en la escuela dominical. Continuaron con una invitación a tocar la guitarra. Puede parecer insignificante pero no lo es.
Todo esto me llevo a estar viviendo hoy en España y estar iniciando mi propio sello discográfico: AntoMusic. Ser productor, compositor, arreglista, poder hacer mi propia música es algo que nunca creí poder alcanzar, sin embargo, este año lancé mi primer disco como solista titulado “From Darkness to Light” y es un sueño hecho realidad. También estoy produciendo música para otros artistas cristianos y tenemos muchos proyectos junto a mi esposa. Es nuestro sueño poder ayudar a aquellos artistas que tienen canciones de parte de Dios, pero no saben cómo hacerlo.
Dios ha sido bueno. Él es fiel, sus promesas no fallan.