La historia de Claud es muy impactante, tal y como se puede leer en su libro autobiográfico “Armas para Dios: Mi viaje del narcotráfico a la liberación”. Su familia intentó buscar a Dios en algún momento cuando él era niño, pero les faltó compromiso y convicción para seguir a Jesús. Fue en este entorno donde las cosas empezaron a empeorar para ellos.
Claud dice que su hermano mayor se fue de casa y terminó convirtiéndose en narcotraficante. Cuando regresó a casa, contó historias de tesoros y aventuras que deleitaron a Claud. “Siempre tenía las Nike Air más nuevas y yo quería crecer y ser como él. Yo tenía seis años cuando llegó a casa con una pistola y me dejó sostenerla, lo recuerdo vívidamente”, dice. La vida criminal de su hermano lo llevó a la cárcel, y Claud y su madre fueron a visitarlo. “Tenía ocho años. Fue como ver a tu superhéroe encerrado en una jaula”, recuerda Claud.
En su adolescencia, Claud dice que perdió interés en cualquier tipo de actividad escolar y comenzó a vender marihuana en la escuela. “Vendí marihuana desde los 15 años. Al final de mi adolescencia, vendí cocaína y, a los 25, vendí heroína”, dice Claud. Cuando tenía poco más de 20 años, dice que ya estaba tan atrapado en la riqueza que le proporcionaba el narcotráfico que no se preocupaba por otras personas.
A los 30 años, Claud decidió que necesitaba una coartada. Se convirtió en voluntario, asesorando a jóvenes infractores. “Si alguien me detenía y me preguntara qué estaba haciendo, mostraría mi identidad y diría que era un mentor”, explica sobre sus intenciones. Claud dice que el gerente del lugar era una persona sencilla y humilde. En preparación para unirse al equipo, Claud dice que hubo un ‘rompehielos’ en el que todos debían decir algo personal sobre ellos.
“El gerente sacó una pequeña caja de su bolsillo. Y adentro había una Biblia. Y él dijo: ‘Lo que no sabes de mí es que soy cristiano y Jesús cambió mi vida’”, recuerda Claud. En ese momento algo lo tocó. “Me impactó. Ese tipo se levantó, se puso frente a 100 personas, levantó una Biblia y anunció su fe en Jesús. Anunció su convicción sin miedo y como si sintiera de corazón lo que decía”, afirma Claud.
Claud dice que estaba intrigado, así que al final Claud le hizo preguntas, y el gerente le sugirió que tomara el curso Alpha. “Fuimos juntos la primera semana y solo recuerdo lo amables que eran todos”, dice sobre su llegada a ese lugar tan diferente a él. Después de la primera semana, Claud dice que pensó que la gente estaba tratando de lavarle el cerebro. En la segunda semana, un creyente lo abrazó. “Me quedé atónito. Recuerdo haber pensado: nunca me habían abrazado”.
Vieron unos videos y dijeron: “Si quieres invitar a Jesús a tu vida, hazlo ahora”. “Entonces oré y dije: ‘Te desafío a que vengas a mi vida, Jesús, y hagas lo que estas personas dicen que puedes hacer’”, oró Claud en su corazón.
“Sentí que una presencia tan acogedora se apoderaba de mí. En ese momento supe que había encontrado algo y era muy real”, dice. Claud dice que al día siguiente se despertó muy emocionado. “No he sido tan feliz en mucho tiempo. La gente vio un cambio en mí al instante. ¡Era el narcotraficante más feliz del mundo!”, dice.
“Al día siguiente tenía una bolsa de cocaína que me pesaba. Y por primera vez en casi 20 años, vi lo que realmente era. Pensé: ¿es esta mi contribución a la sociedad? No me di cuenta, pero el Espíritu Santo estaba obrando y pensé: tengo que dejar de hacer lo que estoy haciendo. Esto es malo. Estoy envenenando a la gente”, recuerda.
Claud dice que al final del curso Alpha, Dios estaba haciendo una obra tan grande en su vida que simplemente tuvo que confesarle al pastor que era un traficante de drogas. Y él dijo: “Bueno, Claud, vas a tener que dejar esto y encontrar un trabajo, ¿no es así?”. Con este consejo, Claud decidió desactivar sus teléfonos y no volver a tener contacto con el mundo criminal.
“En el momento en que me convertí en cristiano, mi hermano mayor, a quien amo, pensó que había perdido la cabeza. Él y yo ya no estamos en contacto, lo que duele, pero es lo mejor. Sin embargo, sigo orando por él”, concluye.
Fuente: Impacto evangelístico