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Del arrepentimiento al conocimiento

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Mi nombre es Jazmín. Me crié en un hogar católico, con conocimiento de Dios, pero lejos de Él. 

Al entrar en la adolescencia me dejé llevar por la vida pecaminosa: empecé a salir de fiesta, a emborracharme, fumar, salir con «chicos lindos» y con ello, todo lo que puede traer consigo la vida de pecado de una joven alejada del camino de Cristo.

En marzo del año 2020 me diagnosticaron depresión y la persona con la que salía en ese momento, me dejó porque para él era mucha responsabilidad estar con alguien con ese desequilibrio emocional. Junto a él se fueron personas que yo creía amistades. Fue una situación límite que me llevó al colapso.

En abril del mismo año intenté quitarme la vida tomando pastillas y por esa razón, estuve internada en una institución psiquiátrica durante un mes y medio: alejada de mi familia, de mi hogar, de mis mascotas y de todas las personas a las que quería. Al recibir el alta me comuniqué con una persona que me guió al camino correcto: el camino de Cristo, guiada por sus mandamientos y su palabra.

No voy a olvidar nunca el momento exacto en que entregué mi vida al Señor: Ese día me desperté temprano con una angustia incomprensible, realmente pensaba que era una recaída en la depresión, le hablé a la persona que me llevó a la iglesia por primera vez y me dijo que esa angustia tan profunda que sentía era el «famoso arrepentimiento». Todo el día estuve con llantos y lamentaciones; nada me calmaba, nada me ayudaba, hasta que en la noche decidí ponerme de rodillas y hablar con el Señor. Por primera vez le hablé y le entregué mi vida de palabra, alma y corazón. Me quedé dormida y al día siguiente me levanté como si nada hubiera pasado; estaba realmente renovada, Cristo me aceptó al instante en que oré. Él me llenó de su amor y me dio la paz que tanto buscaba y necesitaba.

Al principio me costó mucho adaptarme a dejar de pecar como lo hacía antes de mi colapso, me costó dejar de tomar alcohol, fumar, juntarme con gente que me alejaba de Dios. Pero la familia que encontré en la iglesia me acompañó, me ayudó y me dio el respaldo y la fuerza que necesitaba para seguir. El Señor me salvó como tantas veces lo había hecho en el pasado. Me llenó del Espíritu Santo para así comenzar una vida nueva y renovada a su lado.

Que Dios bendiga a cada persona que lea esto, y que realmente les ayude a creer en el poder que tiene la oración sincera y de corazón. La palabra dice en Mateo 6:8 (RVR1960): «No os hagáis, pues, semejantes a ellos; porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis».


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